Libro: The Eyes
Nunca se es demasiado joven para escribir.

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El Pasado de Ryan
 
 
 
 
                Desperté en medio de la noche, y Gabriella se hallaba dormida. Me paré y fui al baño, pero cuando salí de este supe que no iba a conciliar el sueño de nuevo, así que bajé en busca de un vaso de agua, pero al pasar por la sala vi la puerta de la oficina de Ryan y la curiosidad me llevó a abrirla. Entré con cautela, como si esperara que se disparara una alarma antirrobo pero, como era de esperarse, no fue así. Encendí la luz, pero cuando toqué el interruptor sentí que había hecho un gran ruido debido al silencio sepulcral que había en la casa. Entré en la habitación y se hallaba distinta, el mesón seguía en el mismo sitio pero, a diferencia de antes, esta vez todo se hallaba ordenado, al fondo de la habitación habían dos camisetas enmarcadas en un cuadro de madera, ambas tenían un número grabado, el siete y el once. La camiseta con el número siete tenía el nombre de “F. Growney” y la camiseta con el número once tenía el nombre de “R. Growney”. En el estante que se hallaba al fondo y a la derecha habían varios objetos, me acerqué a verlos, habían unos cuantos libros, tomé uno de cubierta blanca y letras rojas, se titulaba: “La Marioneta de mi hermano”. Vi la cubierta y me quedé observándola fijamente, debajo del nombre se encontraban unos cuerpos suspendidos en la nada por unos delgados hilos rojos, los cuerpos eran trazos, solo estaban delineados del mismo color del hilo, y estaban rellenos de ese fondo blanco que hacía parecer que estuvieran en un espacio infinito. Me pareció un poco espeluznante, así que lo coloqué en su sitio y tomé otro libro, este también era blanco con letras rojas y debajo de las letras había un charco de sangre y se titulaba: “La sangre de la inocente”. Arrugué la cara y puse el libro sobre la mesa, volteé y vi hacia la mesa. Al hacer esto me percaté de un objeto que no vi al entrar, se trataba de un auto de colección de la época, estaba como nuevo, era metálico y brillaba con la luz de la habitación. Volví a girar para enfocarme en las camisas, me acerqué a ellas y las ojeé un rato. Era obvio que les pertenecían a Ryan y Fred, pero ¿De qué eran?
 
Alguien posó su palma en mi hombro y yo giré bruscamente a la ofensiva, pero solo era Ryan.
 
                No sabía si sentirme calmado o aterrado, había entrado a su oficina sin permiso.
 
- ¿Qué? ¿No puedes dormir? – Preguntó este, y me limité a negar con la cabeza – Yo tampoco. Tranquilo, no me enfadaré contigo porque estés aquí – Me pareció extraña aquella amabilidad de Ryan -.
 
- Lo siento Ryan no quería…
 
- ¿Qué? ¿Entrar? – Este rio, pero no de manera burlona – Vamos, ambos sabíamos que tenías curiosidad.
 
- Bueno, la verdad es que sí – Aproveché aquel buen humor suyo para hacer todas mis preguntas, pero trataría de no ser muy atrevido para no correr el riesgo de que este se malhumorara - ¿Puedo hacer una pregunta?
 
- Dime
 
- ¿De qué son esas camisetas? – Pregunté –
 
- Son las camisetas de nuestro equipo de beisbol, Fred y yo éramos los mejores del equipo.
 
- Fred nunca lo mencionó.
 
- ¿Cuándo te contó de nuestro pasado? – Arrugué la cara – Si, él me dijo que te hablaría de nuestro pasado, no te preocupes – Relajé las expresiones pero me sentí algo incómodo - Volviendo al tema, yo era el capitán del equipo. Era el receptor y él era un lanzador, un excelente lanzador se podría decir. Cuando los hermanos Grwoney se combinaban, no había quien pudiera con ellos – Este sonrió mientras expresaba aquellas palabras - Era el deporte favorito de ambos, pero Fred tuvo que dejarlo debido a que sufrió una lesión en su hombro y no pudo seguir lanzando – Hizo una breve pausa y exhaló -  Fue una verdadera lástima, si seguía encaminado en el beisbol de seguro tendría un buen futuro en ello… - Hizo otra breve pausa, y tras mirar el suelo desvió la mirada a las camisetas - Yo continúe por un corto tiempo, y Fred me apoyaba. Pero esta vez desde las gradas, dejé de disfrutar el deporte porque sabía que a mi hermano le dolía verme jugar y saber que él nunca más lo haría.
 
- Fred nunca lo contó.
 
- No tenía por qué – Dijo este sin demostrar algún sentimiento –. Me fijé que veías mis libros – Señaló el libro que dejé sobre la mesa, y a la vez me sorprendió saber que eran sus libros - ¿Por qué te sorprendes? Escuché que Gabriella te dijo que yo escribía.
 
- Pensé que aún seguían en la computadora, o algo por el estilo.
 
- Pues no.
 
- ¿Sobre qué escribes?
 
- Básicamente sobre mi vida, y la de mi familia. Ese que tomaste – Señalo el libro que estaba sobre la mesa – es un excelente ejemplo sobre mis temas – Tomó “La sangre de la inocente” y acarició la portada -, este habla sobre mi hermana.
 
- ¿Sobre Martha? – Pregunté, pero era obvia la respuesta, Ryan abrió un poco la boca, al parecer sorprendido por la información que sabía –
 
- ¿Te lo contó Fred?
 
- Pues sí.
 
- Ya entiendes por qué siento que yo mismo acabo con mi familia.
 
- No, no. Ryan espera un momento, yo hubiera hecho lo mismo, solo trataste de protegerla.
 
- Al igual que a Fred y mira a donde fue a parar – Bajó la mirada -
 
- No es tu culpa Ryan, si alguien llegó a tu vida y la arruinó, ese fui yo – Este subió la mirada y me observó a la cara con expresión incrédula -, todo es mi culpa.
 
- ¿Piensas así? Liann no tienes de que sentirte culpable, Frank hubiera acabado con la vida de mi hermano así tu nunca hubieras aparecido ¿Él no te contó su experiencia?
 
- Si pero pensé que… - Me interrumpió como de costumbre –
 
- No haz entendido… No es tu culpa, él siempre nos molestará. Con cualquier excusa que consiga lo hará. Tú, en cambio, has ayudado a mantener viva la felicidad de Gabriella, créeme que si no fuera por ti no sé como estaría ahora – Me detuve a pensar un momento en que Ryan había dicho eso para que yo no me sintiera mal, pero sin embargo era inevitable no sentirse culpable - Tengo miedo Liann – Me sorprendió que Ryan dijera aquellas palabras, era como si mi concepto de cómo era Ryan se hubiera desplomado en ese instante -. Veras, sé que no era un Growney en la sangre, pero si en el corazón, y yo amé a mis hermanos y los cuidé como se debe, y te aseguro que más de la cuenta, y que ellos hayan… - Hizo una pausa corta – Muerto, es algo que no puedo soportar. Si te das cuenta, las personas que yo protejo siempre mueren, primero Martha, luego Fred ¿Quién sigue? ¿Gabriella? ¿Tú? – Un escalofrió recorrió mi espalda cuando pronunció cada uno de los nombres – A Gabriella la veo como a una hermana, como la hermana que perdí, y su perdida no tienes idea de cómo me afectaría.
 
- No es tu culpa Ryan, créeme.
 
- Jamás entenderás.
 
                Apoyé mi mano en la mesa y sin querer toqué el carro de metálico que estaba puesto sobre esta.
 
- Ese auto se lo regalaron mis padres a Fred cuando apenas tenía 10, Fred quería un auto y lo pidió en navidad. Mis padres le regalaron ese – señaló con la cabeza y se rio un poco de aquel chiste - Fred casi muere de risa con la broma que le jugaron nuestros padres, y todos pensábamos que él se molestaría así que su actitud nos sorprendió, pero eso solo había sido una broma, ese año tanto a Fred como a mí nos regalaron unas bicis nuevas – Sonrió una vez más - Nunca olvidaré aquellas navidades. – Giró la vista hacia mí y hablo con calma - Liann no quiero que Gabriella se entere de nada de esto, ella es sensible y no sé cómo lo tomaría, así que por favor te pido que guardes este secreto.
 
- No hay problema.
 
                La puerta se abrió y los dos giramos para ver quién era.
 
- ¿Enterarme de qué? – Preguntó Gabriella medio somnolienta –
 
- Nada que te importe, entrometida – Bromeó Ryan y Gabriella le sacó la lengua –
 
- ¿Pasó algo? – Preguntó Gabriella – Es que noté que Liann no regresó a la cama.
 
- No, todo bien – Dijo Ryan con seguridad - Deberías descansar – Me dijo Ryan -
 
- Tienes razón – Respondí –
 
- Vamos a la cama tonto – Gabriella extendió su brazo para que la tomara de la mano –
 
- Liann – Volteé para ver a Ryan -, que esto quede entre tú y yo – Asentí –
 
- ¿Qué cosa? – Preguntó Gabriella –
 
- Nada – Dije, tomé su mano y antes de cruzar la puerta Ryan llamó mi atención por última vez –
 
- Cuando decía que veía a Gabriella como a una hermana era en serio – Asentí de nuevo -, y me refiero a cuando sale con un chico y se anda besando con ella y esas cosas – Sonreí sonrojado y ella lo chitó, la pena me embargó y salí con Gabriella de la habitación tomados de la mano, pero nuevamente se escuchó la voz de Ryan desde su oficina -
 
- Cuidado con lo que pasa en ese cuarto – Dijo Ryan -
 
- ¡Cállate! – Gritó Gabriella pero sin enojarse, y de fondo solo se escuchó la risa de Ryan –
 
                Llegamos a la cama, y nos acostamos, abracé y besé a Gabriella.
 
- ¿Qué te contó Ryan que no puedo saber? – Preguntó esta con curiosidad –
 
- Nada, son cosas de hombres – Traté de evadir el tema y a la vez hacerla reír –
 
- Vamos Liann ¿Cuál es el problema con que yo sepa?
 
- Prometí que sería un secreto y así será – La vi a la cara y esta se dio la vuelta para darme la espalda, yo la abracé y le besé el cuello –, descansa.
 
                En cuestión de minutos me quedé dormido.

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